Todo el mundo utiliza productos de limpieza e higiene para limpiar su casa, empresas, oficinas, mascotas o incluso ellos mismos.
Los productos de limpieza se encuentran principalmente en forma líquida o en polvo. Una visita al supermercado local es un indicador constante de que la mayoría de los productos de limpieza disponibles en el mercado europeo siempre contienen productos químicos con tendencia a ser reactivos o corrosivos. Por ejemplo, los productos de limpieza pueden contener soluciones de hipoclorito de sodio (lejía), hidróxido de sodio (que se encuentra en muchos detergentes y productos de limpieza de desagües) así como hidróxido de amonio (que se utiliza en limpiadores de superficies duras). Debido a su propiedad reactiva combinada con una utilización generalizada, estas sustancias químicas pueden ser motivo de preocupación para la salud humana y el medio ambiente. La mezcla inapropiada de algunos de estos productos químicos produce gases tóxicos de cloro y amoníaco, que provocan intoxicaciones agudas y enfermedades, así como efectos crónicos.
En 2018, un estudio de la Universidad de Bruselas mostró cuán peligrosos pueden ser estos productos químicos para las personas que se exponen con frecuencia a ellos. De hecho, la tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares y pulmonares es considerablemente más alta para las personas que utilizan regularmente este tipo de productos.
A diferencia de la técnica de desinfección clásica, la limpieza con probióticos se basa en el “principio de competencia biológica”, cuando se aplica en superficies, bacterias no patógenas colonizan la zona, neutralizando la proliferación de otras especies (exclusión competitiva) [4]. Varias especies (bacterias y/u hongos) que intentan dominar el mismo microespacio ecológico, no pueden coexistir en equilibrio.
Figura 1: Limpieza tradicional
La competencia por el acceso a los nutrientes favorecerá tanto a las bacterias más fuertes como a las menos demandantes de nutrientes [5]. Por lo tanto, las bacterias más fuertes se vuelven supernumerarias, por lo que dominan a otras que están desapareciendo.
Comparación: Limpieza clásica vs Limpieza con probióticos
Para estas pruebas, las bacterias buenas y las bacterias patógenas se muestrearon en una pequeña superficie determinada, en el caso de una limpieza convencional por un lado y de limpieza con productos enriquecidos con probióticos por otro lado.
Cuando se utilizan soluciones de limpieza convencionales, la mayoría de las bacterias, buenas y malas, se eliminan mediante desinfección. El hecho es que unos minutos después, las bacterias malas recolonizan rápidamente la superficie limpia (Figura 2), más rápido que las bacterias buenas.
Situación de inicio = microflora natural Después de la desinfección Unos minutos más tarde
Figura 2: impacto de la desinfección en la colonización de bacterias patógenas de una superficie a lo largo del tiempo. VERDE= bacterias buenas/ROJO= bacterias malas
Durante la limpieza con probióticos, las bacterias malas no se ven afectadas a primera vista. Sin embargo, las bacterias buenas (probióticos) colonizan progresivamente las zonas desocupadas. Después de unos minutos, el supernumerario de bacterias buenas parece repeler a las malas (Figura 3).
Además, la capacidad de las bacterias para limpiar superficies es otra ventaja. De hecho, la suciedad suele ser materia orgánica que las bacterias pueden degradar. Gracias a la producción de enzimas, son capaces de destruir las partículas sucias antes de su ingestión. Por tanto, las suciedades se eliminan durante y después de la limpieza, ya que las bacterias que colonizan la zona seguirán actuando durante unos días.
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